HISTORIA POLÍTICA

Responsable de la sección: Daniel Alonso

lunes, 15 de diciembre de 2008

170 años de nacionalismo vasco (II)

(LA SEMANA PASADA SE PUBLICÓ LA PRIMERA PARTE DEL ARTÍCULO)

DANIEL ALONSO

En 1903 falleció Sabino Arana, y su hermano Luis Arana continuó la dirección del Partido, lo que supuso el inicio de una nueva etapa del nacionalismo vasco. Durante el mandato de Luis, en el PNV surgió la nueva generación de jóvenes nacionalistas, como Elías Gallastegi , apodado “Gudari” ("soldado") . La “generación gudari” -también llamada la de “los aberrianos”- es la que recoge la bandera del nacionalismo hasta las puertas de 1931 y la II República.

Los jóvenes nacionalistas como Gudari fueron los primeros que marcaron un punto de inflexión en el pensamiento aranista. Ante la sorpresa de los viejos nacionalistas, la nueva generación se empezó a definir como laica y republicana, ajena a la tradición católica y carlista. Sin embargo, esto no debe interpretarse como una actitud de moderantismo respecto a la generación aranista; los nuevos nacionalistas se hicieron fervientes seguidores de la “religión nacionalista”. Desvinculada la idea de Nación de la idea de Dios, los jóvenes se hicieron aun más radicales que sus antecesores, que subordinaban el sentimiento nacional al religioso. Así pues, para Gudari y los suyos ya no había Dios ni tradición, solamente un pueblo, una raza y una nación por la que matar y morir: Euskadi.

La proclamación de la II República española coincide con el momento álgido del nacionalismo político y también con una crisis interna entre los aranistas tradicionalistas, enmarcados en el PNV, y los jóvenes aberrianos, que fundaron su propio partido: ANV. Los viejos aranistas se mostraban partidarios de un estatuto de autonomía mientras que las juventudes nacionalistas solo apoyaban la independencia absoluta respecto a España y rechazaban el estatuismo.

El alzamiento militar de 1936 también provocó un dilema paralelo en el seno del PNV: ¿Se debía adherir el PNV al ejército leal a la República o al bando sublevado?. El gobierno del Frente Popular se mostraba favorable a la autonomía vasca, pero era antirreligioso y progresista. Por otra parte, los sublevados eran muy religiosos pero jamás permitirían cualquier clase de estatuto de autonomía para Euskadi. El PNV decidió anteponer los intereses nacionales a los religiosos y por tanto permanecer del lado del gobierno de la república. PNV y ANV fundaron sus milicias y se integraron en el Frente Popular contra el franquismo.

Es ya bien sabido como terminó la Guerra Civil Española, y también se puede deducir lo que supuso la victoria franquista para el movimiento nacionalista vasco, que se diluyó en los aparatos del nuevo régimen y desapareció de la esfera pública durante varias décadas. Éste estado de latencia del nacionalismo permaneció así hasta bien entrados los años 50. Fue por esa época cuando empezó a desarrollarse una nueva generación de nacionalistas vascos (entre ellos, Gatari el hijo de Gudari). El marginal grupúsculo del PNV que aun resistía por aquellos años comenzó a nutrirse por multitud de jóvenes de muchas tendencias. La nueva generación nacionalista era ciertamente heterogénea: los había tradicionalistas católicos (sacerdotes y seminaristas incluso); los había marxistas prosoviéticos, maoístas o troskistas; los había neonazis, paganos ocultistas...

En ésta época, jóvenes estudiantes de la cultura vasca (como Federico Krutwig, de origen alemán) o el neonazi vascofrancés Jon Mirande (seguidor del ocultismo y la parapsicología) empezaron a crecer políticamente dentro del partido, encontrando incómodo el mismo para sus expectativas. Pronto surgió una nueva vanguardia alternativa: ETA, organización de carácter paramilitar que desde entonces se ha dedicado a realizar atentados terroristas como medio para la lograr su objetivo: el reconocimiento de la Nación Vasca y su independencia absoluta de España. Krutwig y Mirande fueron algunos de los padres ideológicos de ETA.

El atentado contra el presidente del gobierno franquista, Luis Carrero Blanco, marcó un antes y un después en la historia de la organización. Su papel activo en la lucha contra la dictadura visibilizó políticamente a ETA en las esferas progresistas españolas, trascendiendo los enclaves concretos del País Vasco y el sur de Francia donde hasta entonces se había deselvuelto el mundo abertzale.

La llegada de la democracia no cambió éste dualismo en el mundo nacionalista. El PNV acató la senda constitucionalista y encontró su lugar en el sistema parlamentario español, pues aunque se abstuvo de participar en la elaboración de la Constitución de 1978, sí que jugó un papel protagonista en la aprobación del Estatuto de Autonomía del País Vasco. ETA sufrió varias escisiones en los últimos años del franquismo y alguna más durante la transición. Nunca reconoció la legitimidad del sistema constitucional español y continuó con la lucha armada, aun contando con el apoyo de su brazo político, ilegalizado a finales de los años 90.

Una serie de partidos nuevos como Aralar o Eusko Alkartasuna se erigieron como un tercer pilar del nacionalismo vasco contemporáneo, ajenos a la tradición conservadora del PNV y de la actitud violenta de ETA y su entorno político y cultural.

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Artículo basado en "El bucle melancólico", de Jon Juaristi







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