HISTORIA POLÍTICA

Responsable de la sección: Daniel Alonso

martes, 11 de noviembre de 2008

Una vía inexorable hacia la guerra


DANIEL ALONSO

El estallido de la Segunda Guerra Mundial se considera por la historiografía una consecuencia directa de la militarización de Alemania, una práctica del gobierno nazi como respuesta rebelde a las imposiciones del Tratado de Versalles. En una segunda lectura de la historia, se puede interpretar que la responsabilidad final del estallido de la Segunda Guerra Mundial fue de las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial. Esto sería así porque condujeron a Alemania a una situación crítica de la cual sólo se podía intentar salir mediante la solución totalitaria. Esta teoría la compartieron en parte los aliados tras la Segunda Guerra Mundial, y por eso no impusieron unas medidas tan severas contra los perdedores; es más, incluso contribuyeron a la recuperación postbélica.

El derrotero alemán hacia la guerra también estuvo condicionado por diversos acontecimientos que se dieron en la política alemana. En primer lugar, hubo un relevo en la dirección del Partido Nazi alrededor de 1933: las SS se hicieron con el poder y murió Hindenburg, jefe de Estado y jefe de las fuerzas armadas. Tras el fallecimiento de Hindenburg, Hitler fue proclamado Fuhrer-jefe de estado y de gobierno- y pasó a controlar todos los poderes del Estado, incluido el poder militar. De esa forma, le resultó más sencillo orientar al ejército para sus proyectos políticos de expansionismo por vía militar, que también tenían una explicación económica.

Para salir de la crisis de entreguerras, el gobierno incrementó su gasto público, parte del cual comprendía el incremento del gasto militar. El ejército se modernizó, se creó una aviación y se anexionaron al Reich territorios limítrofes en busca de materias primas. En definitiva, se preparó a la nación para guerra y además se incumplió sistemáticamente el Tratado de Versalles, lo cual crispó las relaciones internacionales de Alemania con las potencias democráticas, favoreciendo el clima de guerra.

La actitud de la población también fue un factor decisivo para fomentar la entrada en la guerra. Aparte de la influencia de la propaganda nazi en la opinión pública, ya previamente se consideraba que la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial era una humillación, y era culpa de los políticos de la República de Weimar y no de los alemanes. Asimismo, estaba bastante extendida la teoría del diktat; que el Tratado de Versalles era una imposición contra la que Alemania por honor tenía que rebelarse.
Por lo general los civiles nunca culparon a su gobierno -ni a los gobiernos aliados- de los males de la guerra. Según el escritor alemán Winfried Georg Sebald, durante los bombardeos a Hamburgo nadie clamaba contra el gobierno británico por la crueldad y desmesura de la catástrofe (al contrario que los londinenses, que si culpaban al gobierno alemán del los bombardeos). La gente asumía las consecuencias de la actitud que ellos habían defendido (la guerra total). Incluso después de la guerra, la población sintió vergüenza y culpa por haber sido los causantes de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial.

Según otros autores, el camino hacia la guerra es algo inherente a todas las doctrinas totalitarias y no sólo al nazismo. El filósofo búlgaro Tzvetan Todorov decía que todo totalitarismo presenta el mundo como un “maniqueísmo” que divide al mundo en dos partes mutuamente excluyentes, los buenos y los malos. El objetivo final del totalitarismo es la aniquilación de “los malos” por medio de la guerra. El totalitarismo no admite más matices que “conmigo o contra mí”, así que todo aquel que no comparte la doctrina se convierte automáticamente en un enemigo a combatir. Esa fue la actitud soviética o nazi hacia las democracias occidentales, y concretamente para el régimen nazi se puede entender eso como una causa de la guerra.

A modo de conclusión se puede reconocer que la responsabilidad final del estallido de la Segunda Guerra Mundial fue del gobierno nazi. No obstante, no se debe entender el nazismo como una ideología desconectada del resto de la historia, sino que se deben interpretar las causas de su aparición. Así pues, las gravosas sanciones de los aliados después de la Primera Guerra Mundial, y la radicalización de la lucha de clases estimulada por la facción mas prosoviética del socialismo alemán contribuyeron a la mala situación económica y social de Alemania, lo cual se expresó políticamente en la aparición y ascenso del movimiento nazi. De la misma forma, la debilidad y la neutralidad de las democracias parlamentarias frente a las provocaciones nazis también aceleraron el camino hacia la guerra.

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