HISTORIA POLÍTICA

Responsable de la sección: Daniel Alonso

lunes, 3 de noviembre de 2008

Los padres de la democracia moderna


DANIEL ALONSO

La política moderna no es producto de los parlamentos. Es importante entender que la actividad política en los órganos de representación es importante para positivar esta política, pero que sería papel mojado sin la tarea pensadora de los filósofos de la política, como Hobbes, Locke y Rousseau. La base teórica de la democracia contemporánea se encuentra en la Antigua Grecia y los filósofos de la antigüedad como Aristóteles y Pericles. Éstos reconocen la comunidad como una corporación natural de la humanidad, y establecen el diálogo y la dialéctica como motor de las relaciones políticas.

Hobbes -uno de los primeros gurús de la filosofía política moderna- ataca lo dicho por Aristóteles y Pericles y desmonta la idea clásica de que lo natural es agruparse en comunidad para hablar. Cree que las personas no se comunican por naturaleza, sino que es consecuencia de la racionalidad, y que es precisamente la razón la que lleva al conflicto y a la violencia y no al encuentro: los conflictos nacen cuando las personas conciben que los otros pueden ser potenciales competidores (enemigos) y los atacan. En tiempos de Hobbes (al igual que ahora), ya no se podía confiar en los ciudadanos como hacía Aristóteles, que basaba su sociedad en un orden natural regido por leyes naturales. En la modernidad hay conciencia de una desigualdad artificial, provocada -por ejemplo- por el mercado. El Estado surge en este contexto para proporcionarnos a nosotros mismos leyes artificiales.

Aunque la razón condene a la humanidad también la puede salvar, ya que puede contribuir a recomponer el orden social. Consistiría en hacer un pacto de no agresión con los semejantes, para lo que hay que confiar en una autoridad cuya presencia rompería con la naturaleza y la tradición, que sería la ley del más fuerte. Hobbes cree que de seguir esta ley natural se entraría en una espiral de violencia y guerra permanente. Por eso son necesarias las leyes artificiales, el contrato social.

Si se renuncia a la idea de un “estado natural”, como hizo Hobbes, se renuncia también a los instrumentos derivados de la naturaleza para explicar las instituciones. Los individuos pasan a ser la clave y el principal motor para la legitimidad: como no hay nada “dado”, todo es fruto de la voluntad de las personas y el Estado solo es un instrumento al servicio de las necesidades humanas. El absolutismo que defiende Hobbes es aquel en el que los individuos hacen un pacto (Estado) para que un soberano (un sujeto que dispone del derecho para decidir sobre la vida y la muerte de los ciudadanos) garantice la supervivencia. Hobbes dice que lo racional es que todos esten amenazados por uno solo (el monarca absoluto) y no por todos los demás; que sería la anarquía, la democracia griega.

Partiendo del mismo esquema mental que usaba Hobbes para justificar el absolutismo, Locke lo aplica para defender el liberalismo. Locke dice que es irracional ponerse en manos de un soberano absoluto. El pacto que propone Locke es condicional, lo que significa que hay obligaciones recíprocas por parte del pueblo y del soberano: el soberano tiene que garantizar y proteger los intereses de los individuos frente a la amenaza ante derechos valiosos amenazados (propiedad y libertad). Además, si el soberano no cumple los individuos pueden oponerse. A cambio, los individuos renuncian al derecho de la autotutela, a tomarse la justicia por su mano.



El tercer autor que propuso una forma de contrato social fue Rousseau, que estableció un contrato más democrático -según algunos, presocialista- y opuesto al de Locke. Según Rousseau, el contrato de Locke institucionaliza la desigualdad al reconocer la propiedad. Rousseau considera absurdo que un pobre asuma racionalmente un contrato que asegure la propiedad. En parte, está de acuerdo con Hobbes en la idea de que es necesaria la unidad para que haya paz. La igualdad es necesaria para ello, una igualdad planteada como reciprocidad ante las leyes, que todos tengan los mismos derechos independientemente de la propiedad.La condición de hacer un pacto de reciprocidad es que estén todos, este pacto lo salvaguarda el soberano, que para Rousseau es la voluntad general, el pueblo.

Como se deduce en síntesis de los tres autores, cada uno aporta su granito de arena para que podamos entender el sistema político actual. Hobbes justifica el uso del poder y la legitimidad del poder del Estado, Locke desarrolla la democracia en sentido amplio, la fiscalización del poder por parte del individuo como titular de la soberanía nacional. Por último, Rousseau plantea las cuestiones sociales, la igualdad de oportunidades y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley: Un principio que no sólo legitima el sistema desde el punto de vista ético sino que además garantiza el sometimiento voluntario al imperio de la Ley.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho. Resumir las aportaciones a la democracia actual de estos tres grandes autores y de una manera tan clara... ya es tarea difícil.

Anónimo dijo...

Agradezco la crítica y me alegro de que le haya gustado el artículo.

Gracias por comentar.